Hace unas décadas, la psicología
intentaba entender el funcionamiento del cerebro comparándolo con un ordenador.
Sin embargo, pronto nos dimos cuenta de que los cerebros eran máquinas
infinitamente más complejas que el ordenador más potente, y no porque pudieran
almacenar más información, sino porque, a fin de cuentas, sabían utilizarla.
¿Qué quiere decir esto? Quiere
decir que los caracteres, sin un lector que sepa leerlos, es decir, los datos,
sin una inteligencia que sepa interpretarlos, no sirven de nada. El ordenador
encuentra precisamente problemas a la hora de hacer aquello que los niños
enseguida aprenden a hacer: interpretar signos, dándoles un sentido. Los datos
son sólo significantes que necesitan de un lector inteligente que pueda
convertirlos en significados.
Esto es exactamente lo que
queremos decir con "aprender a pensar": sea cual sea la información
que tengamos delante, tendremos que elaborarla para que pueda sernos útil. En
este sentido, "aprender a pensar" es la competencia más básica de
todas, pues ningún aprendizaje o conocimiento podrá darse en nosotros si antes
no hemos aprendido a interpretar la información.
En realidad, tiene mucho que ver
con esa competencia filosófica que yo he defendido y defiendo: la capacidad de
discernimiento, de relación, y de comprensión y valoración del mundo hay que
inculcarla, no aparece "porque sí" en el alumno en cuanto lo ponemos delante
de toneladas de información. Es una de nuestras tareas como docentes, si no la
más importante, ayudar al alumno, como diría Sócrates, a alumbrar el
conocimiento, a "concebirlo", algo que solo puede hacer por sí mismo
pero para lo que necesita sin duda una guía.
Esta capacidad para pensar y
convertir la mera información en conocimiento se hace ahora si cabe más
necesaria, cuando nos encontramos desbordados con la cantidad de datos que se
vierten cada día en Internet (el número total de páginas web supera los 600
millardos -600.000.000.000-, 100 páginas por cada persona que hay en el mundo).
Y, paradójicamente, es la propia web la que puede ayudar a instruirnos e
instruir a los ciudadanos del futuro para que sepan navegar en esa marea de
información.
Es importante que empecemos a
pensar en las posibilidades de la web más allá de la función de
"buscador" de información. Es este sentido, podemos hablar de tres
funciones fundamentales de Internet, aplicables de manera directa al ámbito
educativo:
1. Información 2.
Comunicación
3. Trabajo cooperativo.
De estas tres, quizá la que
tenemos más descuidada como docentes es la tercera. Ya hemos dicho que, tal
como nuestra experiencia inmediata y los estudios relativos al tema demuestran,
Internet es fundamentalmente utilizado en el aula como buscador de información.
Es algo que deberemos seguir haciendo, y cada vez más, pero quizá podamos
pensar en modos de encuadrar esa "búsqueda de información" de manera
que no resulte estéril, y acabe en un mero "copiar y pegar".
Con respecto a la comunicación,
es algo que también utilizamos cada vez con más profusión, pero quizá debamos
ampliar los ámbitos en los que esta comunicación se da, y aprovechar las
herramientas digitales para estrechar los lazos entre los profesores y las
familias, entre los centros, y entre los propios docentes.
La época del profesor aislado ha
terminado, y esto es así incluso para el que no quiera verlo: la formación, el
contacto con los padres, la relación entre profesores y alumnos, todo puede
verse enriquecido con las herramientas comunicativas puestas a nuestro alcance.
Si "para educar hace falta la tribu entera", incluyámosla en nuestros
"diálogos electrónicos", y generemos redes de cooperación que
integren a todos los elementos educativos de la sociedad (es decir, a la
sociedad entera): padres, centros, profesores, alumnos.
Por último, en el trabajo
cooperativo, a través de los blogs o las llamadas "wikis", se encuentra
el vuelco metodológico necesario para transformar la práctica docente tal y
como la entendemos ahora. La "inteligencia compartida", o
inteligencia que surge por interacción en los grupos, ha sido buscada y
fomentada en la empresa privada, y en este sentido tenemos mucho que aprender
de ella.
Nuestros alumnos se crecen cuando
hacen las cosas por sí mismos, y más si tienen el aliciente de mostrar el
resultado públicamente y de poder compartirlo y ayudar a otros. Es verdad que
nuestros jóvenes parecen estar perdiendo capacidades que antes nos parecían
indispensables para la adquisición de conocimientos (la capacidad de
concentración, los procesos lineales de atención), pero también están
desarrollando otras nuevas, y es nuestra tarea enlazar unas con otras de manera
que aprovechemos las nuevas reforzando las "antiguas".
Su capacidad de atender a varios
canales de información necesita del criterio para resaltar unos en detrimento
de otros. Su capacidad de rápida asimilación y reacción a los estímulos necesita
también de la repetición, que asegure el paso de esos nuevos conocimientos de
la memoria a corto plazo a la memoria "de larga duración". Etcétera,
etcétera. Pensemos en lo que pensemos, la labor del docente sigue ahí, como
tutor del aprendizaje, como guía entre los gigabytes de información, pues no
debemos olvidar que estamos formando personas, ciudadanos, y no robots ni
esclavos.
Por eso mismo, "aprender a
pensar" será siempre una necesidad, y una aventura que dura toda la vida.
José Antonio Marina
ACTIVIDADES:
1- Identificar las ideas principales
del texto mediante un resumen, cuadro sinóptico o mapa conceptual
2- Elabore una reflexión sobre la
lectura (Mínimo 10 renglones)